viernes, 17 de febrero de 2006

Madrid

Supongo que con todo lo que escribo acerca de las cosas que no me gustan, con todo lo que rajo a diario de todo y viviendo, como vivo, en Madrid, ya estaba tardando en dedicar un post a este conato de ciudad. Tampoco quiero alargarme demasiado. No lo merecería.

En realidad, esta ciudad está muerta. Sus cuatro millones largos de habitantes no somos la sangre que corre por sus venas, sino parásitos de un cadáver. Un cadáver al que se intenta resucitar a base de obras, obras y más obras. Obras que no son más que nuestro afán devorador. Nos alimentamos del arbol caído, pensando que le damos vida cuando, sin embargo, lo estamos convirtiendo en corteza hueca. Un cadáver marchito al que sólo le queda piel cubriendo sus pobres huesos. Sus músculos, su vida, han sido fagocitados por los más de 4 millones de gusanos que nos peleamos por el trozo más sabroso de carroña.

En el fondo, es un lugar de mentira, una ilusión inflada de gas que un día se pinchará y se quedará en lo que realmente es: nada.

Muchas veces pienso en que yo querría vivir en un lugar de verdad, un lugar vivo, donde pasan cosas, donde la gente es gente y no decorado, donde me puedo sentir identificado con el todo que me rodea. Querría vivir en el pueblo de "Amanece, que no es poco". Y querría ser como los americanos, que unos días andan en bicicleta y otros días huelen bien.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo Nonato...en serio muy grandioso post

gonzalomelero dijo...

Muchas gracias, querido amigo. Es reconfortante saber que no sólo gustan las cosas graciosas, sino también los posts existenciales, por decirlo de algún modo. Tú serías uno de los agricultores filósofos... te veo en el papel...
Un abrazo