lunes, 13 de junio de 2005

La sombra de Sandokán es alargada (1)

Las grandes superficies de hoy en día son uno de los mejores lugares posibles para la reflexión. La falta de atención al cliente, probablemente motivada por la falta de personal dedicado a la atención al cliente, permite que uno se pueda parar a pensar sin que le asalten a los dos segundos intentando venderte algo. Es algo que los alelados como yo agradecemos en el alma, eso de que te dejen un rato a tu aire mientras miras al infinito babeando sin motivo aparente. Y es que el otro día me quedé según describo frente al estante de ropa del Caprabo. Mis ojos intentaban filtrar la información de forma que mi cerebro pudiese procesarla, pero no acababa de conseguirlo. No, no se trataba de un vestido de Agatha Ruiz de la Prada (no habría aguantado los veinte segundos que ya llevaba allí sin sufrir un cortocircuito neuronal), pero tampoco era algo del todo normal. ¿Atractivo? Sin duda, ya llevaba treinta segundos mirándolo sin pestañear.

Se trataba de un polo de manga larga, arlequinado, en colores granate y mostaza con las mangas azul marino y el cuello blanco. Hasta aquí todo relativamente normal, si es que se puede considerar normal un arlequinado granate y mostaza (lo digo con conocimiento de causa, soy dueño de una camiseta del Galatasaray con el número 11). Lo que me resultó completamente alucinante era la leyenda que lucía en el pecho: “Fair Play & Riding Club Kuala Lumpur”. ¿Ein?¿Mande? Hoy día estamos acostumbrados a leer de todo en las pecheras de la gente, desde el recurrido y no menos atinado “Joé, que caló” hasta “I fuck on the first date” (esperemos que el público infantil aún no sepa leer inglés). Pero no alcanzaba a comprender el mensaje que se me mostraba en este caso. Juego Limpio y Club de Monta Kuala Lumpur… Juego Limpio y Club de Monta Kuala Lumpur...... Nada, seguía careciendo de sentido. Sin embargo, esto encendió de nuevo la chispa de mi alma de ratón de biblioteca. Una vez recobrado del shock, me conjuré para encontrarle un sentido, removiendo los cimientos de la Enciclopedia Británica si fuese menester, a aquella frase que desafiaba a mi intelecto. A mi no me derrota ninguna camiseta barata de supermercado.

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